20 de octubre de 2009

La pelota

Hoy pondré un micro-relato:


LA PELOTA

El niño golpeaba con furia la pelota, como si pudiese destrozar el mundo en cada patada. El silencio del domingo por la tarde lo rompía con sus gritos y con el ruido de la pelota golpeando las paredes, aunque la pelota era de plástico y del barato.

En uno de aquellos patadones, la pelota se elevó más de lo habitual y fue a parar a un balcón, dónde quedó presa.

El niño fue a llamar al timbre de la casa en cuestión, pero solo obtuvo de respuesta el silencio.

Apartándose de la puerta y mirando hacia arriba, ahora el niño se desgañitaba, pero en lugar de gritar goles, intentaba llamar la atención de quién viviese en aquella casa.

Después de un buen rato, en el cuál se asomó gente en otros balcones, apareció un moño gris seguido de una anciana encorvada, que al observar la pelota de plástico, dibujó en su rostro una sonrisa maléfica.

La cogió entre sus arrugadas manos y cuando la cara del niño se iluminaba como si fuese un gran sol, la mujer volvió a entrar en su casa, cerrando tras de sí la puerta del balcón.

El niño se quedó horas y horas sentado en la puerta, esperando que la pelota le fuera devuelta, pero lo que el niño no sabía es que aquella pelota hacia horas que se encontraba descansando en una habitación junto a decenas y decenas de pelotas...


Canción seducida por el post:


JOAN MANUEL SERRAT

Esos locos bajitos

A menudo los hijos se nos parecen,
así nos dan la primera satisfacción;
esos que se menean con nuestros gestos,
echando mano a cuanto hay a su alrededor.
Esos locos bajitos que se incorporan
con los ojos abiertos de par en par,
sin respeto al horario ni a las costumbres
y a los que, por su bien, hay que domesticar.

Niño, deja ya de joder con la pelota.
Niño, que eso no se dice,
que eso no se hace,
que eso no se toca.

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada y en cada canción.

Niño, deja ya de joder con la pelota...

Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día nos digan adiós