31 de julio de 2009

Castillos de arena

Hoy toca un relato propio... el primero que pongo en esta reencarnación...

Castillos de arena


Apenas veía el horizonte porque la visión de aquella niña nublaba todo lo demás. O utilizaba el horizonte como paisaje, como fondo de su amada en una postal idílica. A su temprana edad no sabía que aquello que sentía se llamaba amor. Solo sabía que aquella niña era especial.

Por eso cada mañana temprano cogía su bicicleta e iba a la playa para verla. Al principio la veía a hurtadillas, sin atreverse a penetrar en la arena, viéndola de lejos. Pero el paso de los días animó a su corazón a adentrarse en aquel desierto.

Hasta que llegó el día en que se encontró apenas a cinco metros de ella. Y allí estaba, tan radiante como siempre, tan risueña, con el cabello rubio compitiendo con el sol y con los ojos azules dando color a todo el mar. Apenas la tenía a un par de susurros de distancia. Llegó a pensar que podría hasta escuchar sus pensamientos. Ojalá fuese así, pensó.

La veía construir castillos de arena con evidente maestría, ir y venir con su cubo a coger agua para mojar la arena. Miró a su alrededor y creyó ver enemigos por todas partes. Vio a chicos como él que también estaban contemplándola. Incluso alguno lo hacía tan disimuladamente que parecía que había ido a la playa solo a bañarse y disfrutar del sol.

Entonces temió que alguno de aquellos chicos fuese más decidido que él y se armó de valor para abordarla. Se levantó, sacudiéndose la arena de sus pantalones cortos y encaminándose lentamente hacia ella. Al encontrarse a su altura, le tocó levemente el hombro. Ella se dio la vuelta y lo observó. Sus palabras no surgieron de su boca. Estaban allí atrapadas en la garganta, como cuando a un embudo le echas demasiado líquido, o cuando dejas el grifo de la bañera abierto. Su interior se llenaba de palabras, pero por su boca no salía ningún sonido.

La permanente sonrisa de la niña desapareció, y aquellos ojos azules que tantas veces había visto tan cálidos, ahora eran completamente gélidos. De repente, el castillo de arena comenzó a desmoronarse en sintonía con su corazón. Cada grano de arena de aquel castillo volvía a su monotonía, dejaban de ser especiales, únicos, justamente como ahora él se sentía. Apenas balbuceó un "perdona" y salió corriendo a coger su bici para irse de aquel infierno.

Ni cuando huía de alguna trastada había pedaleado tan rápido. Igual de rápido asomaron lágrimas a sus ojos, como paraguas que aparecen en una lluvia repentina.

Ese día supo lo que era el amor y el desamor. Y otra de las cosas que aprendió es que los hombres también lloran.

Canción seducida por el post:



AUNQUE TU NO LO SEPAS

Aunque tu no lo sepas
me he inventado tu nombre
me drogué con promesas
y he dormido en los coches.

Aunque tu no lo entiendas
nunca escribo el remite en el sobre
por no dejar mis huellas.

Aunque tú no lo sepas
me he acostado a tu espalda
y mi cama se queja
fría cuando te marchas.

He blindado mi puerta
y al llegar la mañana
no me di ni cuenta
de que ya nunca estabas.

Aunque tu no lo sepas
nos decíamos tanto
con las manos tan llenas
cada día más flacos.

Inventamos mareas
tripulábamos barcos,
encendía con besos
el mar de tus labios.